lunes, 11 de febrero de 2013

La ley de Murphy, por Arthur Bloch.




¡Qué libro tan curioso! Nunca pensé que llegaría a cruzarme con él. Fui a la biblioteca buscando Peter Pan, y como no lo encontraba mire tanto y tanto que me acabé encontrando con las leyes de Murphy, unas leyes de las que yo siempre había sido fan pero de las que nunca supe que había un libro donde se recompilaran como tal. Me hizo tanta gracia que lo alquilé.


Creo que lo primero en lo que piensa la gente cuando se les habla de las leyes de Murphy es en una serie de leyes estúpidas sin validez y con el único objetivo de hacer la gracia de turno. Sin embargo, a medida que las vas leyendo te van dando cuenta de que van mucho más allá y de que lo  que aparentemente siempre se concibió como una broma tiene mucho más sentido y fundamento de lo que pensamos. Y es que la leyes de Murphy son todas aquellas leyes bajo las que nos vemos sometidos a diario y que constituyen un régimen invisible pero cierto. No se trata del resultado de cálculos matemáticos exactos, sino de apreciaciones sobre la vida diaria y el mundo que están masivamente aceptadas aunque no de una forma científica. Son, desde mi punto de vista, pura filosofía de calle.



Así, y bajo este formato, nos encontramos con un libro de 271 páginas dividido en un montón capítulos cerrados destinados a diferentes campos, por ejemplo: comiteología, arte de dirigir, maquinología, academiología e investigación, periciología  avanzada, Metaleyes, sistemática, problemática, cortesía en carreta, sociomurphyología situacional etc. Cada uno desarrolla sus propias leyes y tienes incluso hasta alguna ilustración aquí y allá. El libro también cuenta con una pequeña introducción de tres páginas que alude al porqué del libro y que comienza de esta manera:


“ ¿ Nunca ha sonado el teléfono de su casa en el preciso instante en que usted se sentaba en el excusado? ¿Tampoco ha aparecido el autobús que llevaba horas esperando justo cuando ha encendido un cigarrillo? ¿Nunca ha llovido a cántaros, precisamente el día que había llevado el coche a lavar, ni ha dejado de llover nada más comprar un paraguas?.”


Estos son los “principios universales” que abarca el libro con la finalidad de otorgarnos su “alivio Kármico” y no sentir que el mundo conspira contra nosotros.



Es un libro muy interesante, y no tiene desperdicio. Si bien algunas leyes se pasan  incluso de intelectuales, existen muchas otras tan simples y escuetas como si ya estuvieran propiamente caracterizadas bajo un principio absoluto de veracidad. Otras veces estás leyendo las leyes y descubres redactados pensamientos que ya habías elaborado anteriormente en tu cabeza. Es entonces cuando  piensas, ¡cuánta razón!, o, ¡esto es cierto!, y las leyes de Murphy pasan a tener una concepción completamente distinta de la que poseía antes en tu cabeza.



Aquí os dejo algunas de mis leyes favoritas, ¡disfrutadlas!:


Dilema del Trabajador:

1.       Haga lo que haga, nunca será suficiente.

2.       Lo que no haga, siempre será más importante que lo que haga.



Ley de Lieberman:

Todo el mundo miente pero no importa, porque nadie escucha.


Ley de la mentira

No importa la frecuencia con que se demuestre que una mentira es falsa. Siempre habrá algunas personas que crean que es verdad. 


Ley de los viajes en promoción

Sea fiel a quien no está en el poder.


Ley de Lowe

El éxito siempre tiene lugar en privado y el fracaso a la luz pública. 

Ley de Mayne
Nadie nota los errores grandes.

Máxima de Matz
Una conclusión es el punto en el que usted se cansó de pensar.

Navaja de Hanlon
No le atribuya nunca a la malicia lo que puede explicar la estupidez. 

 Principio de la inercia del diseño
Al principio, todos los cambios parecen horribles.  



Artax











miércoles, 6 de febrero de 2013

Pabellón 11, el niño nazi, por Piero Degli Antoni. SIN SPOLIERS






No sé si ya lo había mencionado antes pero, uno de mis temas favoritos en la lectura es el holocausto. Siempre que descubro un libro sobre este tema siento esa necesidad irremediable de leérmelo. Quizá sea porque aquella época me resulta aún incompresible, y al mismo tiempo, porque siento un profundo interés por conocer los sentimientos de aquella agente y cómo afrontaron lo que les pasó, su tragedia. Sea por la razón que sea, soy una lectora asidua de este tema y me he leído muchos libros sobre ello. 


El último que ha llegado a mis manos es “Pabellón 11” y puedo decir sin duda que es el más flojo que me he leído hasta ahora. Acaba de ser editado en España, aunque su primera edición fue en el año 2010. Creo que la razón de su flojera radica en que quien lo cuenta no fue el protagonista de la historia, un hecho que suele marcar la huella del libro y su impacto. Si bien todos los que me he leído hasta entonces son testimonios e historias reales (a parte de alguna obra ficticia suelta y basada en aquella época histórica) esta es una novela que no está basada en hechos reales, o si bien se apoya en algún hecho real, está completamente dedicada a la ficción, sino me equivoco y la información que he buscado no está errónea. En esta temática, es el sufrimiento en primera persona el que realmente llega.  Sin la experiencia propia la mayoría de los libros sólo pueden ser tachados de sensacionalistas. Cuando lo empecé a leer, ya supe que era un autor que simplemente se había aprovechado de la época para crear una historia, lo que no me pareció mal, pero de inmediato di por supuesto (aunque no debería, pero me lo dice la experiencia) que no iba a ser un gran libro. Y así fue. 


En la portada reza: ” Un campo de concentración, un prisionero por sacrificar, un thriller apasionante”. Lo de apasionante lo podéis quitar porque sobra completamente, este libro es de todo menos apasionante. Os sitúo:

La historia comienza con un hombre anciano haciendo una retrospectiva sobre su pasado en el campo de concentración de  Auschwitz en 1944, el tramo final de la guerra. En sus recuerdos rememora la experiencia que vivió cuando unos compañeros del campo efectuaron una escapada y como castigo diez rehenes del campo fueron encerrados  en el pabellón 11. La opción que les dio el comandante fue: o elegís a uno para morir u os fusilamos a todos.  Esta es la trama principal de  la novela, que después se desarrolla paulatinamente con múltiples entramados emocionales, ideológicos, religiosos y de crítica a todos estos.

Si bien empieza dejándote buen sabor de boca (“ bien bien, que sádico, a ver cómo sale esto…) poco a poco te vas dando cuenta de que hay cosas que no encajan y de que el thriller no tiene nada de dinamismo, suspense o sorpresa. Yo no lo hubiera calificado de thriller porque no produce ningún tipo de suspense. De hecho, todo es bastante predecible, sobre todo cuando desde la primera hoja ya te dice quién es el rehén que sobrevivirá al juego macabro. Tranquilos, esto no es un spoiler, el autor te lo pone desde el primer folio, teniendo en cuenta que sólo puede vivir uno y que quien lo narra  (el protagonista) es ya anciano y  está recordando su propia experiencia como rehén…
Por otro lado, las historias de los rehenes son poco creíbles, lo que no ayuda a centrarte en la trama y tomártela enserio. A quién más encuentro fuera de lugar es a Jiri, el personaje homosexual. De hecho, es uno de mis favoritos, pero no lo veo para nada comportándose de la manera en que lo hacía en esas circunstancias, el autor lo describe completamente surrealista y exagerado. Me parece una pena desperdiciar un personaje que hubiera podido dar mucho juego.

Los demás tienen un poco más de sentido, pero su relevancia queda mermada con los errores del propio autor al finalizar la obra sin explicar los giros de trama inesperados (como los cambios de rehenes y ciertos comportamientos) así como dándoles un final tan ilógico y absurdo (como es el caso del mismo Jiri) decepcionándote completamente.


Lo que más me fastidió del libro es la absurda insistencia del autor de comparar una y otra vez el campo de concentración y la situación del pabellón 11 con una partida de ajedrez. Resulta realmente cansino y no aporta nada esencial. Si bien la metáfora resulta interesante, la caga abusando de ella y estrujándola hasta no dar más de sí. Hubiera quedado mejor haberla mencionado de pasada y haberse dedicado después a contar otros puntos de vista del campo. Al menos eso es lo que yo hubiera querido.




Sin embargo, tampoco todo son puntos malos para este libro. Si bien cuando vas llegando a la mitad del libro empieza a cansarte un poco como sobrelleva la historia, los diálogos son en algunos momentos bastante entretenidos y reflexivos. Pero, sin duda, lo que más me he ha gustado del libro es la constante critica a Dios y a la Iglesia que efectúa el protagonista y lanza a Elías, un rabino. Son críticas breves pero contundentes que no sólo amonestan el protagonismo que tuvo la religión como cómplice del genocidio sino que también pone en entredicho esa manía de delegar en dios todas las decisiones y destinos que sufren los hombres. He de reconocer que esto es bastante personal y por eso para mí ha resultado atractivo, pero es posible que estos pequeños detalles resulten irrelevantes para alguien a quien no le importen estos temas o la hipocresía de la Iglesia en aquella época. A mí por lo menos me ha encanto leer las pedradas.



Por último, a diferencia de muchas otras opiniones que he leído por ahí, a mí me ha gustado el final. De hecho, me ha parecido que es lo único que consigue remontar el libro y darle un toque personal. No me refiero a quien consigue zafarse del fusilamiento sino a la forma de cerrar el libro con el acontecimiento final. Para mi resultó ser una sorpresa agradable y bastante emocional que por fin resolvió el enigma que llevaba rondando en mi cabeza todo el libro: ¿Por qué tiene de sobre título el niño nazi?. 


La razón por la que valoro tan positivamente este final es porque creo que en su conclusión el autor cede por fin a la ficción, cesando en sus intentos fervientes de hacer pasar por real algo inventado y por lo tanto convirtiéndola en algo más cómodo, más ajustado a las expectativa, en definitiva...más realista respecto a la intención de lo que nos trata de contar. 

Artax

viernes, 1 de febrero de 2013

Coraline, por Neil Gaiman. Libre de Spoilers.


Antes de empezar, he de decir que hace ya un tiempo que me leí este comic de Neil Gaiman, de hecho, recuerdo estar leyéndolo el día de nochebuena. Quería haber hecho una reseña antes, sin embargo, no he encontrado tiempo hasta ahora y espero que eso no merme mi crítica ni mis recuerdos sobre esta curiosa historieta. De todos modos, os recomiendo a todos aquellos que os dediques a hacer críticas sobre libros que escribías dicha opinión lo antes posible, ya que es cuando la historia está más fresca y más impregnada en nuestro interior. Es justo al finalizar una obra cuando su efecto sobre nosotros está más puro y latente, cuando su recuerdo es completamente fiel. Con esto no quiero decir que la influencia de buenos libros desaparezca con el tiempo, pero si merma la pasión con la que los leímos, y a mí me gusta escribir mis opiniones cuando estoy fascinada, abrumada y loca de emoción por aquello que leo. Esto se contradice completamente (y soy consciente de ello) con el consejo cultural que todos conocemos de que es mejor pensar las cosas en frío. Sin embargo, lo pasional es más interesante, y es un atisbo que dura un tiempo limitado para luego desaparecer. Yo prefiero capturar esos pequeños momentos y guardarlos aquí en mi humilde blog. No quiero nada objetivo y racional, quiero a gente dejándose llevar por los sentimientos que le produce lo que lee…




Una vez dicho esto, me centraré en ir al grano. Llevaba tiempo queriendo leerme este comic, pero nunca quise comprármelo y tampoco encontraba el momento de ir a la Biblioteca. Al final, un día acabé yendo y por supuesto lo alquilé. La única referencia que tengo sobre este autor es Sandman. Me había leído algunos comic sobre esta serie de historietas pero no todos y aunque sabía cuál era el estilo de este autor nunca me había dado por leer nada más, sinceramente. Sin embargo, Coraline siempre me llamo la atención por un factor: los botones por ojos que muestra en el comic. Eso era lo único que conocía del comic y me dejaba fascinada…me gustan todas estas cosas tan raras y retorcidas.

El comic no es muy gordo, la verdad es que te lo acabas en un par de días y no se hace pesado en ningún momento porque la historia es realmente original. Tampoco hay muchos spoilers que os pueda contar sobre la trama, excepto su final, claro está, ya que todo se desarrolla de una forma situacional y con pocos giros bruscos de acontecimientos. Todo lo que os podría revelar son factores de diseño de los personajes y ambientes, pero espero que no os moleste que os desvele un poco de ambas cosas.



La trama es fácil de resumir, Coraline es una niña con un nombre poco común que se acaba de mudar a un gran caserón compartido por otros inquilinos.  Todos los vecinos confunden su nombre con Caroline y eso le molesta a más no poder. Sus padres son unas personas muy ocupadas y Coraline pasa bastante tiempo sintiéndose irremediablemente aburrida. Un día, decide salir a investigar la casa y descubre en su propio piso una puerta que está sellada con ladrillo, por lo que no tiene ninguna utilidad. Sin embargo, la puerta que parecía sellada llegado el momento se abre  y conduce a la muchachilla hacia un mundo paralelo más divertido donde todo parece exactamente igual pero no lo es completamente. Allí conocerá a su otra madre, su otro padre y su otra casa. Otro mundo que por supuesto la estaba esperando desde hacía mucho tiempo.











Las diferencias entre un mundo y el otro son enormes, para no desvelarlas todas os contaré un par de ejemplos: las personas poseen botones en vez de ojos, sus manos son como garras con largas uñas, los animales hablan… He de decir que es un comic muy rico en inventiva y con un toque aterrador, como bien suele caracterizar a Neil Gaiman. La propia historia mezcla lo infantil y lo trágico de una manera muy sabia, y eso, desde mi punto de vista, le da un toque muy caracterizador. Si analizamos bien el trasfondo de la historia y lo que realmente está ocurriendo, nos damos cuenta de que es una situación terrorífica llevada de una manera muy elegante y adaptada a todos los públicos.

Lo más destacable para mí, fue una frase que dice Corlaine casi al finalizar el comic, cuando la trama da el giro que conducirá al desenlace. Es un juicio muy sabio que precisamente en esta época se está olvidando de manera alarmante y todos deberíamos recordar. Cómo no me quiero ir sin decirlo quedáis avisados, ¡SPOLIER!:



“¿No lo comprendes verdad?

No quiero todo lo que quiero.

Nadie lo quiere, en verdad. No de verdad.

¿Qué tendría de divertido tener todo lo que quiero? Así, simplemente, ya no significaría nada."

FIN SPOILER.



Para mí fue un libro que si bien no me dejo después, la huella tan profunda como me han dejado otros, disfruté mucho con su lectura. Os lo recomiendo si deseáis leer algo diferente, ameno y  de poco volumen, la historia atrapa y os aseguro que no raya para nada lo común.

Por último comentaros que salió en 2009 la adaptación cinematográfica. La vi precisamente el día de Nochebuena del ya pasado 2012 y sinceramente, reduce a un nivel infantil un comic que no se puede etiquetar en esa categoría. Coraline no es un comic puramente infantil, aunque parezca destinado a ese público. Es de ese tipo de relatos adornados de infancia pero destinado en su contenido subliminal al público adulto.

Qué deciros además de todo lo que se han sacado de la manga, como en la mayoría de adaptaciones. Nunca entenderé porque no realizan las cosas tal y como fueron creadas. Entre los desastres, puedo nombrar a una Coraline que pasa de ser una preadolescente de melena rubia a una criaja de pelo morado:






Por otro lado, se sacan a una casera que no existe y al nieto de ésta, que tampoco existe y que sin embargo en la película adquiere un papel principal:





Pero estas, son solo dos de las muchas diferencias que deberían convertir el cómic en vuestra primera elección. Dejad la película para una tarde de domingo en que se os antoje ver colores vivos y una animación bastante currada. 

Artax